Carol Onofrio, residente de Canoas, en Rio Grande do Sul, Brasil, se sorprendió con la noticia de que el agua entraría en su casa. A pesar de que había pasado una semana con mucha lluvia, la mujer no lo creía, ya que esto nunca le había ocurrido antes.
Su marido, Leandro Nascimento, ya había colocado algunos muebles, y Onofrio seguía trabajando en su ordenador. Pasaron unos minutos, el agua empezó a brotar de los desagües y su barrio comenzó a inundarse. “Era una zona de guerra. Se oían helicópteros, camiones de Protección Civil que nos decían que evacuáramos”, cuenta Onofrio.
Nascimento consiguió hablar con su vecino, que tenía un camión, porque ya no podían salir en coche. Metió a Onofrio y a los niños en el camión y volvió para intentar salvar a sus padres, de 74 años. Cuando llegó a la casa, los instó a salir lo antes posible.
Su madre tomó rápidamente una mochila con sus pertenencias esenciales, pero su padre dijo que no se iría. Nascimento dice que estaba desolado, pero que no había nada que pudiera hacer en ese momento. “Entonces me dio un abrazo, y le dije, muchas gracias por ser mi padre durante 50 años, y me fui con mi madre a casa de mi amigo, quien acogió a toda mi familia”, cuenta Nascimento.
Rescate en kayak
Al día siguiente, Nascimento no pudo ponerse en contacto con su padre. Dice que, por desgracia, esperaba lo peor. Fue entonces cuando pidió prestado un kayak y remó unos 2 km por su barrio en busca de su ser querido.
El hijo apenas podía creerlo cuando vio a su padre encima de un tejado. ¡Estaba vivo! Era imposible contener su emoción. El agua le llegaba al cuello y el anciano empezó a nadar, hasta que el vecino lo ayudó a subir a la terraza, donde otras 20 personas esperaban a ser rescatadas.
Nascimento cuenta que, en ese momento, se le hizo un nudo en la garganta y no podía creer el milagro que estaba viviendo. “Entré en mi barrio remando y la gente me pedía ayuda, pero yo no podía ayudar, porque iba a buscar a mi padre. Fue una locura, una experiencia muy mala, pero al mismo tiempo me sentí muy feliz porque pude rescatarlo”, comparte.
Finalmente, la familia se reunió, pero la espera no había hecho más que empezar. Esperaron hasta el 25 de mayo, cuando el agua había bajado un poco. Entonces, Onofrio y Nascimento volvieron en barco para ver en qué condiciones estaba su casa y ver si aún podían salvar algo.
“Suelo decir que fue el peor día de nuestra vida, porque vimos la realidad de frente. Compramos nuestra propia ropa porque el agua estaba contaminada, llegamos en barca y cruzamos la verja. Cuando entré, vi que ya no era nuestro hogar, todo estaba destruido; era un montón de basura con un fuerte olor”, dice Onofrio.
Tiempo de limpieza
Unos días más tarde, el agua bajó por fin y la pareja tuvo que empezar a limpiar. Pero ¿cómo iban a hacerlo solos? Onofrio hizo una publicación en sus redes sociales, preguntando si había alguien disponible para ayudarlos.
Trabaja para una gran empresa de tecnología y desde noviembre de 2021 trabaja para una de las instituciones adventistas. Claudevandro Araújo es gerente de TI y empleado de la sede administrativa de la Iglesia Adventista en el sur de Rio Grande do Sul. Ya había discutido cuestiones de trabajo con su mujer, pero ese día su contacto fue diferente. Se ofreció a ayudar a limpiar la casa con otros empleados de la oficina.
El 5 de junio, cinco empleados de la Asociación de Rio Grando do Sul vinieron para ayudar a limpiar y retirar los residuos de lo que quedaba. “Ese equipo vino y nos trajo una esperanza increíble. Se arremangaron como si nos conocieran desde hace años. Limpiaron nuestra casa y las cosas empezaron a aclararse. Antes había lodo negro, residuos químicos y hedor a cloaca, y ellos vinieron y lo limpiaron con alegría en la cara; eran ángeles”, subraya Onofrio.
Incluso ante el dolor y la pérdida, Onofrio y Nascimento encontraron la fuerza para seguir adelante, valorando lo que realmente importa: el amor y la unidad familiar. La mujer de Rio Grande do Sul cuenta cómo esta experiencia cambió su forma de ver el mundo.
“Hoy veo que nos pasamos la vida adquiriendo y ahorrando para tener cosas y dejamos de vivir, de estar con la gente. Cada vez que llegamos a casa a dormir después de un día de trabajo, tenemos que dar las gracias, porque de la noche a la mañana pueden pasar muchas cosas”, reflexiona.
Continúa diciendo que no puede idealizar lo sucedido, pero que en el fondo está agradecida por haber pasado por una situación tan desafiante. “Esta terrible experiencia me ha convertido en un ser humano completamente distinto al que era antes. Ojalá todo el mundo tuviera la oportunidad, no de pasar por una tragedia, sino de dar un nuevo sentido a su vida. Tenemos que preguntarnos: ¿Por qué estamos aquí? ¿Qué misión nos ha encomendado Dios?”, concluye Onofrio.
El artículo original se publicó en el sitio web en portugués de la División Sudamericana.