El primer viaje misionero internacional de Mary Johnson a México la llevó a cambiar de carrera universitaria y marcó un punto de inflexión en su vida.
Durante las vacaciones de primavera de su primer año en Pacific Union College, Johnson y el Club Coreano se asociaron con Maranatha Volunteers International para ayudar a construir una iglesia en Guamúchil, Sinaloa, en el noroeste de México. Ella dijo que tuvo varias “conversaciones reales” con los residentes locales acerca de lo maravilloso que es trabajar para Dios y decidió cambiar sus estudios: de su especialidad en Artes Liberales y Ciencias a Español. Otro recuerdo del viaje tuvo un impacto indeleble.
“Nunca olvidaré la última noche: Mientras confraternizábamos en la iglesia recién construida, una joven se me acercó y me dijo en español: ‘Siempre habrá un lugar para ti en Guamúchil’ ”, recuerda Johnson. “Aunque todavía no he regresado a esa pequeña iglesia que construimos, siempre ha habido un lugar para mí en las misiones”.
De hecho, desde ese viaje de hace casi dos décadas, Johnson ha servido en casi 70 viajes misioneros en el ámbito local y mundial. Se licenció en Español en el PUC en 1999 y obtuvo un máster en educación en 2001. Después de la universidad, pasó un año como misionera en Puerto Rico, como profesora de Estudios Sociales de cuarto a sexto grado. Johnson incluso se tomó un año libre de su carrera como profesora de Español de secundaria para ir a tantos viajes misioneros como le fuera posible. Realizó 18 viajes en solo 13 meses.
Casi la mitad de los viajes y proyectos de Johnson han sido con Maranatha, y ha llegado a sentir que los miembros de esta organización –de todo el mundo– son como de la familia.
El liderazgo de Steve Case, director durante muchos años de muchos proyectos grupales familiares de verano para la organización, ha tenido un impacto especial en Johnson. Describió a Case como una persona muy organizada, paciente, agradable y serena, pero sobre todo, sumisa a la voluntad del Señor. Mediante su ejemplo, ella aprendió que Dios es el verdadero líder de cualquier viaje misionero, y que lo más importante es rendirse a su conducción.
Case dice que Johnson destaca por su fuerte compromiso con Cristo. Ella “dedica su vida a amar a Dios y servir a los demás”, dice. “Es una mujer de convicciones y acciones que coinciden con sus convicciones”.
Una de las mejores cosas de Johnson es que pone su cuota de diversión a todo lo que hace. Pregunte a cualquiera qué es lo más memorable de Johnson, y lo primero en esa lista es su maravillosa risa.
“Es espontánea”, dice Case, “y pone en marcha a un grupo o cambia un momento potencialmente tenso en un momento divertido”.
A Johnson le encanta el trabajo misionero por muchas razones: por la gente que conoce y por la experiencia de estar en otras culturas y países. Sin embargo, afirma que todos sus viajes tienen un único objetivo: difundir el Evangelio por todo el mundo para acelerar el regreso de Jesús.
Para Johnson, los viajes misioneros le recuerdan que cualquier lugar es un campo de misión. Mientras hace recados cerca de su escuela en Brentwood o de su casa en Antioch, California, deja folletos y revistas en surtidores de combustible, cajeros automáticos o en las puertas de los coches.
Junto con su hermana, Angel Johnson, graduada en 1993, quien también ha servido como misionera en casi un tercio de sus viajes, Mary disfruta del voluntariado local. Han trabajado en el banco de alimentos de la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Concord, han enviado cajas de zapatos con regalos por medio del programa Operación Navidad para los Niños y han preparado paquetes de ayuda para entregar a amigos misioneros en Filipinas.
El trabajo misionero de Mary ha abarcado desde proyectos de construcción y jardinería hasta traducción e incluso predicación. Además de Maranatha, ha trabajado con Build and Restore, The Quiet Hour, Broken Chains for Humanity y Amazing Facts, entre muchos otros.
Sin embargo, donde Mary encuentra la mayor alegría es trabajando para los ministerios de los niños; estos suelen incluir la dirección de la Escuela Bíblica de Vacaciones, que ella suele organizar, pero Case dice que hace mucho más. Ella tiene la “actitud y práctica de saltar directamente a las cosas”, lo que, según él, resulta en mucha “actividad y progreso”. Mary siempre se sumerge en barrios, escuelas, hogares y parques, dondequiera que haya niños.
El último encuentro de Mary con cada grupo de niños, independientemente del país en el que esté sirviendo, es el mismo. Juntos, ella y los niños hacen coronas y hablan del cielo. Les recuerda que, independientemente del lugar del mundo en el que se encuentren –ya sea Zambia, México o Filipinas-– todos verán venir a Jesús al mismo tiempo.
Con lágrimas en los ojos, Mary les dice que espera encontrarse con ellos en el aire en ese día glorioso, un día en el que su misión de toda la vida se habrá cumplido y ella y tantos otros a los que ha servido irán a casa a vivir con Jesús para siempre.
Mary ha servido en muchos países, como Brasil, Bolivia, Canadá, Costa Rica, Cuba, República Dominicana, Guatemala, Guyana, India, Jamaica, Kenia, Malawi, México, Mozambique, Panamá, Perú, Filipinas, Puerto Rico, Estados Unidos, Zambia y Zimbabue. A continuación se presentan tres de los recuerdos favoritos de Mary, en sus propias palabras, de su servicio a los niños en todo el mundo.
INDIA
“Allí dirigí los ministerios de los niños para cientos de niños a la vez, desde preescolar hasta sexto de primaria, en el auditorio de la escuela. Les enseñé el poder de la oración, que es una vía de doble sentido. No somos solo nosotros los que hablamos con Dios; también tenemos que escucharlo. Así que, cuando orábamos, teníamos algunos momentos de silencio para oír hablar a Dios. Incluso con cientos de niños, se podía oír caer un alfiler mientras escuchábamos la voz de Dios”.
MÉXICO
“Hice un programa para niños mientras los adultos estaban en las reuniones de evangelización. Tenía un grupo pequeño, para poder conocer a los niños. Al final de la semana, un niño me regaló un osito de peluche. Al principio, no quise aceptar el regalo, pero el niño insistió. No quería que el niño se perdiera la bendición de dar, así que finalmente lo acepté y lo he conservado hasta hoy”.
FILIPINAS
“Me enamoré de un niño de tres años. Le encantaba cantar conmigo y sentarse en mi regazo en la iglesia. Sin embargo, yo no hablaba visayano y él no sabía mucho inglés. Me hablaba en visayano y yo le hablaba en inglés. Un día, un niño mayor le dijo: “La maestra Mary solo habla inglés”. Se le iluminaron los ojos y empezó a exclamar: ‘Dolphin!’ [Delfín], ‘Doggie!’ [cachorro] y otras palabras que conocía en inglés. Anhelo que llegue el día en que vuelva a verlo y hablemos el mismo idioma: el idioma del cielo”.
El artículo original se publicó en la página web de la División Norteamericana.