El sábado es una señal de salvación
Aún puedo ver su expresión desconcertada. Nuestra iglesia estaba de viaje de estudios en el sur de Francia donde, durante toda una semana, exploramos la historia de los hugonotes que fueron martirizados por ser fieles a la fe protestante.
Ella era nuestra guía, y sabía mucho de historia, religión y cultura. Aunque su trabajo la había expuesto a diversas tradiciones cristianas, aún se consideraba atea. Habíamos desarrollado una maravillosa amistad. El último día, quiso saber más sobre los adventistas. Éramos un grupo extraño y destacado dentro de su colección de denominaciones religiosas. ¿Qué tiene de especial el sábado?, preguntó. ¿Por qué son tan tercos y obstinados sobre un tema tan secundario? Procuré dejarle en claro por qué el sábado era tan importante y sagrado. No tuve éxito. No pudo entender por qué un día de la semana podía ser diferente de los demás. De allí su expresión de desconcierto que me quedó grabada en la memoria.
Acaso recuerde su mirada porque me dolió. Me llevó a preguntarme una vez más: “¿Seré yo un religioso raro y obsoleto?” No sería la última vez que me mirarían de esa manera, con esa expresión que usan las personas seculares que viven en su propia relatividad. Pero también descubrí algo más: recuerdo tan bien esa expresión porque me resultó familiar. He crecido en este mundo secular; fui moldeado por la educación que recibí. En muchas áreas de mi vida, vivo y pienso de manera similar al posmoderno promedio.
¿Tradición o identidad?
Entonces, ¿guardamos los adventistas el sábado simplemente por tradición? ¡Dios no lo quiera! ¿Será tal vez que el sábado ha llegado a ser nuestro sello distintivo? ¿Cuál es, entonces, la relación entre tradición e identidad? ¿Se ha estancado nuestra comprensión de la verdad en el pasado remoto? Afortunadamente, creo que para la mayoría de los adventistas, el sábado no es simplemente una tradición o una característica de la identidad.
En Mateo 13:44, Jesús relata la parábola del tesoro escondido. Mientras trabajaba en el campo, un granjero laborioso halló un tesoro. Fue un descubrimiento accidental, fortuito. Recordemos de qué manera los primeros adventistas descubrieron el sábado (de una forma similar al granjero de la parábola). Fue el descubrimiento fortuito de una verdad bíblica que a lo largos de los siglos había quedado enterrada y olvidada. Nuestros antepasados espirituales «compraron» este tesoro. Muchos de nuestros hermanos y hermanas han tenido que pagar (y continúan haciéndolo) un elevado precio por el tesoro del sábado.
El ritmo de Dios
La música es una parte importante de la vida humana. El ritmo determina la estructura musical y, en cierto sentido, el sábado es el ritmo de tiempo que gobierna y moviliza cada aspecto de nuestra vida. Puede que una orquesta o banda ejecute una canción a mayor o menor velocidad. Pero aunque el tempo cambie, si queremos cantar y batir las palmas con la música, tenemos que realmente esforzarnos para seguir el ritmo. Es cuestión de respetar los tiempos.
Jesús usa la parábola del tesoro escondido como metáfora del reino de Dios o del evangelio. ¿Sería muy rebuscado o estaría fuera de contexto comparar el sábado con el reino de Dios? Dicho de otra forma: ¿No se ha acusado a menudo a nuestra teología del sábado al afirmar que es un requerimiento para la salvación? Clarifiquemos este punto: no creo que haya que guardar el sábado para alcanzar la salvación. La teología adventista no dice eso. La salvación solamente se encuentra en Jesucristo.
La salvación y el sábado
Algunos cristianos piensan que los únicos temas importantes son las “preguntas de salvación”. Pero según esta lógica, el discipulado carece de importancia, ya que un discípulo es alguien que ya ha sido salvado y que, por lo tanto, comienza a ordenar su vida según la voluntad de Dios. Un discípulo también ora conscientemente diciendo: “Hágase tu voluntad” (Mateo 6:10), y entonces, después de orar, está preparado para buscar y practicar la voluntad divina. Esto nos lleva nuevamente al tema de la salvación. Al estudiar las Escrituras, creo que es la voluntad de Dios que entremos en su ritmo. Es el ritmo de Dios, no el mío. No decido yo, como piensan muchos cristianos, en qué día descansar de los siete, sino que lo decide Dios. En términos teológicos esto se llama justificación por la fe. Es la que dice: No se haga mi voluntad, sino la tuya. Que no sea mi método, sino el tuyo. Que no sea mi justicia sino la tuya, Jesús.
Dos eventos bíblicos ilustran este concepto de manera vívida:
1. Génesis 2:2 indica que Dios descansó (literalmente, “sabateó”) y que bendijo y santificó ese día. ¿Hace cuánto existía la humanidad en ese momento? Ni siquiera tenía un día, porque los seres humanos surgieron a la vida recién en el sexto día. El séptimo día fue el primer día completo para la raza humana. ¿Sobre qué tareas de jardinería, nombramiento de los animales o “multiplicación” podían reflexionar? ¡Sobre ninguna! El primer sábado, Adán y Eva disfrutaron de las obras de Dios y no de las propias. Es por ello que el sábado es un símbolo de la salvación y la justificación por la fe desde el mismo comienzo.
2. Entonces se produce la entrega de la ley. Moisés sube por las laderas del Sinaí y recibe los Diez Mandamientos de manos de Dios. El sábado está allí en medio de la ley. Sin embargo, ¿no es el tema real que Dios había liberado a su pueblo y que este acto los lleva a la ley del pacto? En primer lugar está el éxodo (la salvación), y entonces las leyes que caracterizan el pacto. Una vez más, aparece la justificación por la fe.
Volvamos al tesoro escondido. Jesús dijo que el tesoro es un símbolo del reino de Dios. Creo que el sábado es también un símbolo del reino de Dios (aunque no el reino mismo). Así como el bautismo es un símbolo que en sí mismo no salva a nadie, sino que es una demostración viviente, así también el sábado es una señal de salvación. Y lo realmente fantástico es que más allá de la cultura, el idioma, el estatus o la edad, la distribución de este don es sumamente equitativa: 24 horas de siete días para todos.
¿Qué habría dicho de todo esto nuestra guía turística? Con habilidad, había descrito la fe de los hugonotes, enfatizando que podemos agradecer a estos mártires por la libertad religiosa y de conciencia que disfrutamos. Aun así, percibía que aceptar el sábado era retornar a la Edad Media. Esa guía me enseñó que Jesús tiene que constituir el énfasis principal también en nuestra teología del sábado, dado que es imposible entender lo que es importante para un discípulo cuando no conocemos al Señor al que sigue ese discípulo. El sábado nada es sin el Señor del sábado. En lugar de decirle a la gente que guarde el sábado, permitamos que nuestra observancia llegue a ser el destellante anuncio de nuestra redención. Así sentiremos el ritmo de Dios en nuestra vida.
Este artículo apareció originalmente en la revista Adventist World de Marzo 2010.