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La ley italiana que regula las relaciones entre la nación y la Iglesia Adventista cumple 35 años

Hope Media Italia entrevista a Davide Romano, director de Asuntos Públicos y Libertad Religiosa de la Unión Italiana.

Foto: el ex Presidente de la Unión Italiana, Enrico Long, con el ex Primer Ministro italiano, Bettino Craxi.

Foto: el ex Presidente de la Unión Italiana, Enrico Long, con el ex Primer Ministro italiano, Bettino Craxi.

“La República Italiana reconoce el derecho de los miembros de las Iglesias Cristianas Adventistas a observar el sábado sabático bíblico, que va desde la puesta del sol del viernes hasta la puesta del sol del sábado” (ley 516, 1988)

El 22 de noviembre de 2023, los Adventistas del Séptimo Día recordaron un aniversario importante para la Iglesia en Italia. La ley nº 516, que con sus 38 artículos regula las relaciones entre la nación y la denominación, cumple 35 años.

Uno de los momentos clave de la historia de la Iglesia adventista en Italia fue sin duda la firma del acuerdo con el Estado. Tras la revisión del Concordato con la Iglesia católica, sobre la base del artículo 8 de la Constitución, el gobierno ya había firmado un Entendimiento con la Iglesia Valdense y la Iglesia Metodista en agosto de 1984. Posteriormente, una comisión gubernamental y un representante de la Iglesia Adventista discutieron el proyecto de Entendimiento presentado por esta última. Tras varios meses de negociaciones, el 29 de diciembre de 1986, el entonces primer ministro, Bettino Craxi, y el pastor Enrico Long, presidente de la Unión Italiana de Iglesias Cristianas Adventistas del Séptimo Día, firmaron el acuerdo definitivo entre el Estado y la Iglesia Adventista. Este acuerdo se convirtió posteriormente en ley y es ahora el texto que regula las relaciones entre la Iglesia Adventista e Italia.

Lina Ferrara, periodista de Hope Media Italia, habló de esta ley con Davide Romano, director de Asuntos Públicos y Libertad Religiosa de la Unión Italiana y presidente de la Universidad Adventista Italiana Villa Aurora.

Lina Ferrara: ¿Puede explicarnos brevemente cómo nació la Ley nº 516 de 22 de noviembre de 1988?

Davide Romano: La ley nació tras un largo y agitado desarrollo. Aunque muchos conocen la batalla por la plena aplicación de los principios proclamados en la Carta Constitucional, no muchos saben que precisamente la aplicación del artículo 8, apartado 3, de la Constitución era uno de los que más necesitaba una larga metabolización política. Así, hacia mediados de la década de 1980, se alcanzaron los primeros acuerdos con los valdenses, los adventistas y las Asambleas de Dios. Esto tuvo lugar en el marco de una revisión simultánea del Concordato con la Santa Sede, y en la cúspide de una intensa labor de concienciación política que las minorías evangélicas, con un indudable protagonismo de nuestra iglesia y de la iglesia valdense, supieron impulsar.

L. F.: ¿Qué opina, en general, de esta ley?

D. R.: Bueno, toda ley es mejorable si el marco político lo permite. Hoy, a la luz de la experiencia adquirida en la aplicación y la jurisprudencia, sugeriría algunas modificaciones de los artículos 14 y 17. A lo largo de los años, ya se han introducido algunos cambios menores. Hoy nos enfrentamos a nuevos casos que requieren nuevas adiciones.

L. F.: ¿Qué ha significado para la Iglesia Adventista?

D. R.: Yo diría que, no solo para la Iglesia Adventista, sino para todas las minorías religiosas de nuestro país, la ley de entendimiento ha sido una valiosa herramienta para la aplicación formal de la Constitución y les ha permitido salir de la sombra a la que habían sido relegadas por la abrumadora centralidad de la Iglesia Católica Romana.

Si pienso específicamente en los adventistas, no puedo dejar de señalar cómo el uso de la licencia sabática en las escuelas y en el lugar de trabajo, aunque con persistentes críticas, y el reconocimiento pleno y automático de los ministros de culto han permitido a nuestra iglesia llevar a cabo su misión de proclamar el Evangelio con plenas prerrogativas.

L. F.: En 2009 se produjo un cambio en la Universidad Adventista Italiana, de la que usted es actualmente presidente. ¿Puede hablarnos de ello?

D. R.: El cambio se refería al reconocimiento legal de los títulos otorgados por la Universidad de Florencia por medio de su Facultad de Teología. Fue un paso importante que finalmente hizo justicia al calibre académico de los estudios realizados en la Facultad de Villa Aurora.

Hoy nos ocupamos de nuevas ampliaciones de ese reconocimiento en lo que respecta a los títulos de doctorado, que esperamos lleguen a buen puerto.

L. F.: Durante más de tres décadas, los adventistas hemos disfrutado de esta ley. ¿Qué pasa con las demás denominaciones? ¿Podemos hacer algo al respecto?

D. R.: La Iglesia adventista tiene, por así decirlo, en su ADN, la vocación de defender la libertad religiosa y de culto de todas las confesiones. Quienes reclaman derechos únicamente para sí mismos perjudican la causa de los derechos humanos. Por lo tanto, ya estamos comprometidos a asegurar que otras iglesias y religiones obtengan lo que nuestra Constitución les garantiza en los artículos 3, 8, 19 y 20.

Entretanto, hay que reconocer que el marco religioso, social y político ha cambiado profundamente en la actualidad. El mecanismo de los entendimientos, que en 1946 (cuando se discutía la Constitución) representaba una declinación miniaturizada del modelo de pacto entre el Estado y la Iglesia católica reafirmado en el artículo 7, se adapta mal a la extrema pluralidad del fenómeno religioso en nuestro país, por una parte, y a la crisis de los grandes partidos políticos de raíz ideológica, por otra.

Hace ya muchos años que urge una ley marco que salve los acuerdos y concrete mejor el proceso pero que, al mismo tiempo, garantice un nivel aceptable de seguridad jurídica a todas las confesiones religiosas (o no religiosas) incluso sin acuerdo. Este objetivo parecía cercano en la década de 1990 y, sobre todo, en la primera década del nuevo siglo, y siempre se cayó a último momento. Hoy parece, por muchas razones, estar retrocediendo. Pero no podemos permitirnos reticencias y cesiones sin violar la fe y las conciencias de millones de personas. Necesitaremos, por tanto, una nueva pasión y un nuevo impulso para estar presentes en el espacio público y en la arena política, con nuestra propia propuesta de libertad y un perfil reconocible.

Para leer la entrevista original, ingresa aquí.

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