Cuando Daisy Mederos Rodríguez necesitó hace poco una serie de exámenes médicos después de una operación de los pulmones, se dirigió a un hospital de La Habana, Cuba, para solicitar un turno. “No se preocupe, maestra”, le dijo un joven con una sonrisa. “Yo me encargaré de usted”.
Diecisiete años antes de ese encuentro en el hospital, el joven, ahora un residente de cirugía, había asistido a la Escuela Bíblica de Vacaciones de Daisy cuando aún era niño. En un centro misionero improvisado, él y decena de otros niños habían aprendido de Dios y la Biblia y recibido comidas nutritivas.
“He estado haciendo esto por 17 años”, contó Daisy. “Y ellos no lo olvidan. Algunos de mis exestudiantes ahora se encuentran en las fuerzas armadas o son médicos y personas respetables de la sociedad”.
Daisy contó que, hace poco, una madre, que presta servicios en las fuerzas armadas de Cuba, le contó lo que había sucedido en su hogar con Emanuel, su niñito de 3 años que asiste al centro de Daisy. “Estábamos por comer”, le contó la mujer a Daisy, “cuando Emanuel me dice: ‘Mamá, no hemos orado. ¿No sabes que todo lo que tenemos viene de Dios? ¡Tenemos que darle las gracias!’ ” Son historias como esta que me ayudan a seguir adelante, dijo Daisy.
Desafíos de crecimiento
Daisy y su esposo, José Perera Madruga, viven en Casablanca, un distrito obrero al este de la entrada a la Bahía de La Habana. Durante años, el matrimonio usó parte de su propiedad como una iglesia filial. Decenas de personas solían reunirse cada semana para cantar al Señor y estudiar la Biblia. Daisy hizo construir un bautisterio dentro de su propiedad, donde, a lo largo de los años, decenas que habían aceptado a Cristo fueron bautizados.
En su apogeo, la congregación contaba con 110 miembros bautizados, dijo Daisy. “Pero la mayoría de los miembros de ese grupo terminó emigrando. Hace poco, se fue una familia de ocho personas. Tuve que comenzar otra vez desde cero”.
Hay también otros desafíos. El techo de la propiedad original está a punto de colapsar, y ya no se considera seguro. Al mismo tiempo, cada vez que llueve, el agua fluye libremente dentro de las habitaciones de la casa.
Un punto de inflexión
Hace unos meses, Maranatha Volunteers International, un ministerio independiente de apoyo de la Iglesia Adventista, comenzó a apoyar la iniciativa de las iglesias filiales en Cuba. Maranatha comenzó a adquirir propiedades que tienen el potencial de convertirse en iglesias filiales y centros de ministerio comunitario y misionero. Esos lugares cuentan con todas las autorizaciones apropiadas de parte del gobierno cubano para funcionar como lugares de adoración. Aunque no cuentan con todos los derechos y beneficios de las congregaciones plenamente organizadas, las regulaciones del gobierno permiten que en esos sitios se lleven a cabo actividades religiosas y sociales, lo que incluyen los cultos de los sábados. En una de las primeras transacciones del ministerio, Maranatha adquirió una casa que está a solo unos metros de la vieja casa de Daisy. Se espera que pronto le sigan otras adquisiciones similares.
“El tamaño del terreno de la propiedad de Casablanca tiene un gran potencial”, dijo Kenneth Weiss, vicepresidente ejecutivo, cuando visitó la propiedad el pasado 2 de agosto. “Este podría ser un modelo que seguir en otros lugares. Hay mucho que puede hacerse en esta y otras propiedades, siempre y cuando se consigan los fondos necesarios”, expresó.
Ya es un centro misionero
Daisy, sin embargo, no está esperando avances futuros antes de comenzar a prestar servicios a su vecindario. Ella y su esposo se han mudado a la nueva propiedad en calidad de cuidadores. Han desmalezado el fondo, comenzaron a cultivar una huerta, y organizaron una Escuela Bíblica de Vacaciones para los niños y una iglesia filial los sábados para los adultos y los niños. Una habitación de la propiedad también es usada para estudios bíblicos en grupos pequeños.
El lugar está floreciendo. Cada semana, alrededor de ochenta niños se reúnen para aprender historias bíblicas, cantar, hacer manualidades y disfrutar de una comida nutritiva. “Estudiamos una historia de la Biblia y entonces buscamos maneras de que esa historia cobre vida”, dice ella. “También asigno versículos de la Biblia que los niños tienen que memorizar. Y es exactamente lo que hacen”.
El ministerio de Daisy sigue adelante gracias a donaciones ocasionales de miembros de iglesia y amigos. “No tengo mucho, pero sigo orando para que Dios me envíe los fondos que necesito para el ministerio siga funcionando”, dice. Daisy también tiene otros sueños. “Si pudiera conseguir unas tiendas, podríamos acampar aquí en la parte trasera de la propiedad y comenzar un ministerio de Conquistadores”, dice. “El objetivo es alcanzar más niños para Cristo, y por medio de ellos, alcanzar a sus padres”.
Por sobre todas las cosas, enfatiza Daisy, he estado orando: “Señor, envíame alguien”, ora, “que se sienta movido a misericordia por este lugar, estos niños […]. Personalmente, no me falta nada. No quiero nada. Solo me gustaría contar con más recursos para contribuir al progreso de este ministerio”.
Según Weiss, Daisy va por buen camino. “Siga orando”, le aconseja. “Siga orando, y sus oraciones serán contestadas”.
Maranatha Volunteers International es un ministerio independiente de apoyo y no está operado por la organización de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
El artículo original se publicó en el sitio web de la Adventist Review.