Adventist Development and Relief Agency

El programa “Mantengamos a salvo a las niñas” de ADRA celebra 20 años de lucha contra la trata de seres humanos en Tailandia

La iniciativa, que proporciona refugio, educación y apoyo, empodera a las niñas vulnerables y aborda las causas profundas de la trata.

Tracey Bridcutt, Adventist Record
Las voluntarias de Dinamarca que trabajan en el santuario, Emma y Anna, juegan con algunas de las niñas.

Las voluntarias de Dinamarca que trabajan en el santuario, Emma y Anna, juegan con algunas de las niñas.

[Foto: Adventist Record]

Un programa de ADRA que cambia vidas sigue ofreciendo protección a niñas vulnerables en medio de la sombra de la trata de seres humanos en Tailandia.

El programa Mantengamos a salvo a las niñas ha sido un faro de esperanza durante dos décadas, ofreciendo seguridad, educación y la promesa de un futuro mejor a las niñas en riesgo de ser víctimas de la trata. 

El programa comenzó bajo la dirección de Greg Young, actual director de ADRA Pacífico Sur. En aquel momento, era director nacional de ADRA Tailandia. Al principio, el programa funcionaba en un local alquilado, pero ahora se lleva a cabo en un refugio de Chiang Rai, financiado y construido por ADRA Noruega.

“Cuando empezamos, se calculaba que en Tailandia había unas 800.000 prostitutas menores de 18 años, y 200.000 menores de 12”, explica Young. “Muchas procedían de grupos étnicos minoritarios de las tierras altas que carecían de ingresos. La gente visitaba a las familias ofreciendo ‘oportunidades’ para que las niñas volvieran con ellos a la ciudad como camareras, niñeras o empleadas domésticas, pero el hecho es que se dedicaban a la industria del sexo, así que lo vimos como un problema enorme”.

El director de ADRA Pacífico Sur, Greg Young, con el responsable de seguimiento y evaluación de ADRA Tailandia, Arthur Leung.
El director de ADRA Pacífico Sur, Greg Young, con el responsable de seguimiento y evaluación de ADRA Tailandia, Arthur Leung.

El responsable de seguimiento y evaluación de ADRA Tailandia, Arthur Leung, dijo que el programa ayuda a niñas de entre cinco y 18 años. “Estas niñas aún no son víctimas de la trata, pero existe un alto potencial de que eso les ocurra”, dijo.

Las niñas son identificadas mediante informes de maestros de escuela y del departamento de desarrollo social del gobierno tailandés. En el caso de los chicos que corren riesgos similares, ADRA colabora con otro centro de acogida para garantizar que reciben ayuda.

Este año, 19 niñas han recibido atención en el refugio, y cinco de ellas se han reunido con sus familias al mejorar su situación familiar. El albergue tiene capacidad para 30 niñas. Estas contribuyen a la vida en común del refugio, asumiendo responsabilidades como cocinar sus comidas y limpiar las instalaciones según un sistema de listas.

El programa aborda una de las causas fundamentales de la vulnerabilidad: las presiones financieras. “Más allá del refugio, también ofrecemos becas a los niños para ayudar a mantener a sus familias”, explica Leung. “La trata de seres humanos suele producirse por presiones económicas. Lo mejor es que los niños puedan quedarse con sus familias”, añadió. “Si todo va bien, nadie debería necesitar estar aquí, pero mientras sea necesario, proporcionaremos ayuda”.

El refugio tiene capacidad para acoger a 30 niñas.
El refugio tiene capacidad para acoger a 30 niñas.

El programa no solamente se centra en la atención en el refugio, sino también en el servicio comunitario y la educación. Esto incluye la capacitación en las escuelas sobre temas como la seguridad en línea y el tratamiento de los riesgos emergentes para los niños vulnerables.

ADRA Tailandia también aborda los desafíos sistémicos a los que se enfrentan los apátridas, personas desplazadas en la frontera entre Tailandia y Myanmar que carecen de documentos de identidad. La apatridia impide a las familias acceder a servicios públicos esenciales, como la educación o la sanidad gratuitas, lo que aumenta su vulnerabilidad a la trata.

“Ayudamos a los padres a conseguir la ciudadanía para que sus hijos también puedan obtener una identidad y acceder a los servicios”, explicó Leung. “Cuando las familias se estabilizan, es menos probable que caigan en el círculo de la trata de seres humanos”.

El impacto a largo plazo del programa es profundo, ya que muchos antiguos residentes cursan estudios superiores y siguen carreras profesionales. Una chica de 17 años, que ha vivido en el refugio durante 10 años, expresó su gratitud, comunicándose con la ayuda de un traductor: “Aquí todo es alegría”. Tiene intención de estudiar contabilidad cuando salga del centro.
Al reflexionar en el legado de 20 años del programa, Young dijo: “Fue reconfortante ver que sigue marcando una diferencia en la vida de las niñas y que también ha avanzado para evolucionar con los tiempos. Creo que ahora es el proyecto de ADRA que más tiempo lleva en marcha en el mundo”.

Durante las recientes reuniones de fin de año de la División del Pacífico Sur en Chiang Mai, un grupo de miembros de la Junta Directiva tuvo la oportunidad de visitar el refugio y conocer su funcionamiento. 

Terry Kessaris, un miembro de la Junta Directiva de la División, proveniente de Australia Occidental, dijo que visitar el refugio fue una “educación tremenda para mí”. “Me conmovieron mucho no solamente las circunstancias de las niñas, sino también el amor, el cuidado y la seguridad que se les proporciona”, afirmó.

El artículo original se publicó en el sitio de noticias de la División del Pacífico Sur, Adventist Record.

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