El comienzo de la Iglesia Adventista del Séptimo Día está marcado por la producción de contenidos impresos. Uno de los primeros métodos de evangelización fue la distribución de folletos, revistas y libros de casa en casa. Los que hacían este trabajo eran colportores o evangelistas de las publicaciones, una función que sigue siendo relevante hasta el día de hoy.
Por definición, el trabajo de un colportor consiste en presentar y vender libros y otros materiales al público.
Hace dieciséis años, Diana Marina Cracco fue invitada por un amigo a participar en este ministerio en su ciudad natal de Argentina. Pronto, comprendió que estaba llamada a servir.
Por este motivo, se trasladó a Rosario, a 300 kilómetros de Buenos Aires, con su marido y su hija. La ciudad está situada en la región central y es una de las más importantes del país. “Sé que mucha gente no conocería el Evangelio si no fuera porque un colportor se lo lleva a su casa. Esa es mi mayor motivación”, subraya Cracco.
Cracco se dedica a esta actividad a tiempo completo, se gana la vida y convierte cada visita en una oportunidad para que otras personas conozcan el amor de Dios.
El proyecto “Misión por la vida”, desarrollado por el Ministerio de Publicaciones, busca reavivar este sentido de vocación y animar a más personas a dedicarse plenamente a la predicación del Evangelio mediante la evangelización por medio de publicaciones.
Históricamente, el crecimiento de la Iglesia Adventista en diversas partes del mundo ha estado estrechamente ligado a la distribución de literatura. “Lo primero que tuvo la Iglesia no fue su nombre. Fue una máquina. Lo primero que compró, la primera institución que tuvo, fue una editorial”, describe Adilson Morais, director de área en la División Sudamericana, remontándose a los primeros tiempos de la denominación en los Estados Unidos.
Una vida de oración y acompañamiento
Esta estrategia fue adoptada por la Iglesia Adventista justamente para crear lazos con la comunidad local. Este también fue el caso de Cracco. “Hace quince años conocí a Silvia, una joven muy cariñosa que se había casado recientemente y había comprado los libros de salud. Comenzamos una hermosa amistad”, cuenta la colportora argentina, quien le ofrecía estudios bíblicos. Más tarde, formaron un grupo pequeño e incluso visitaron la iglesia adventista local. “Pero ella nunca tomó la decisión de bautizarse”, se lamenta.
Pasaron los años y mantuvieron su conexión como amigas, siempre apoyándose y orando juntas. En cierto momento, Cracco empezó a asistir a otra confesión religiosa, pero eso no hizo tambalear la relación que habían construido entre ellas.
“Cada año, escribía su nombre en mi lista de oración para que el Espíritu Santo la ayudara a reconocer la verdad y aceptarla”, recuerda.
Cracco cuenta que en 2023 surgió la posibilidad de que Silvia se mudara a una ciudad lejana. “Oramos durante un mes, reuniéndonos todos los sábados en su casa para que Dios guiara la decisión de su familia. Finalmente, se mudó con su familia”, explica.
La gran sorpresa llegó cuando Silvia empezó a asistir a una iglesia adventista en esta nueva localidad. En diciembre de 2023, ella y sus hijos fueron bautizados. Unos meses después, su hermana tuvo la misma experiencia. Ahora, otra hermana está estudiando la Biblia y preparándose para el bautismo.
Cracco es uno de los 1.952 colportores que trabajan en Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay en 2024. En los últimos cinco años, 12.593 personas han sido bautizadas como resultado directo de su labor evangelizadora.
Morais explica que la idea de la Iglesia Adventista es trabajar con los colportores para construir un proyecto que conecte con el barrio y la gente de esa localidad, llegando a lugares a los que los pastores muchas veces no pueden llegar. Esto, combinado con otras estrategias de evangelización como la Feria de Vida y Salud y proyectos educativos, entre otros, atrae a la comunidad a aprender más acerca de la Biblia.
“El trabajo del colportor es una herramienta misionera para entrar en contacto con la gente, no solamente para distribuir publicaciones”, reflexiona Morais. Según él, se trata de un ministerio designado por Dios. Por lo tanto, “cuando él (el colportor) sienta el llamado, se entregue a él y haga lo que es su deber, Dios hará su parte”, afirma.
El artículo original se publicó en el sitio web de la División Sudamericana.