Un grupo de 100 voluntarios, coordinados por Mission House, completó un viaje misionero del 14 al 18 de abril de 2025, prestando servicio a comunidades situadas a lo largo de la frontera entre Tailandia y Myanmar. La iniciativa reunió a estudiantes de la AUniversidad Internacional Asia-Pacífico (UIAP) y de instituciones asociadas con el objetivo de ofrecer apoyo práctico y espiritual a las familias que enfrentan dificultades debido a la guerra civil en Myanmar, que se intensificó aún más por el terremoto que azotó el país el 28 de marzo.
Victor Bejota, capellán de la AIU y líder de la Casa de la Misión, destaca que la misión no depende solo de quienes están en el campo.
«Nuestras acciones se realizan gracias a la fuerza de los misioneros que están aquí y también de los que no están. Hay personas que oran por nosotros, que envían recursos, y eso es lo que nos permite apoyar a estas comunidades».
Impacto de la iniciativa
La misión llegó a cuatro comunidades, todas ellas afectadas por la pobreza y el desplazamiento forzoso. En cada lugar, los voluntarios proporcionaron atención médica, actividades educativas, distribución de alimentos y ropa, y momentos de oración en aldeas predominantemente budistas. El voluntario Vinicius Amaral destaca que el trabajo misionero comienza dondequiera que haya necesidad.

«No importa la región o el lugar: si miras con atención, verás oportunidades para servir como misionero, ya sea en tu país o en cualquier parte del mundo».
En el área de la salud, los estudiantes de enfermería de AIU realizaron chequeos básicos y ofrecieron orientación sanitaria en comunidades que no tienen acceso regular a clínicas. También distribuyeron 80 kits de higiene, que incluían jabón, cepillos de dientes, pasta de dientes, champú y otros artículos de primera necesidad.
Mientras tanto, otro grupo impartió clases de inglés para niños y adolescentes, utilizando juegos, música e historias basadas en la Biblia para enseñar el idioma de una manera atractiva y acogedora. El programa contó con la donación de 110 libros para colorear, 100 libros de cuentos infantiles a través de una colaboración con Macakitos y más de 100 libros en el idioma local, lo que promovió la alfabetización y el amor por la lectura.
En el ámbito de las infraestructuras, los voluntarios ayudaron a limpiar, organizar y reparar escuelas y espacios comunitarios. Una de las iniciativas más significativas fue la sustitución del techo de una iglesia, lo que mejoró el espacio para el culto y la convivencia.
Durante la misión, Cíntia de Alencar reflexionó sobre la presencia de Dios en medio del servicio.
«Cuando miro al mundo, me pregunto: ¿Cómo puede la gente sentir a Dios? Sé que él los cuida. Y cuando veo a estas personas enfrentando tantos desafíos, sé que él está aquí».

El equipo también coordinó la distribución de cuatro toneladas de arroz (200 sacos) para escuelas que atienden a niños refugiados, junto con una harina nutricional especial elaborada con semillas de calabaza, sésamo, girasol, lino, avena, ajo, cebolla y curry. Esta mezcla se desarrolló para combatir la desnutrición infantil en comunidades donde el arroz es el alimento principal.
Ivete Souza, la naturópata que creó la receta, explica: «Nos dimos cuenta de que la desnutrición estaba afectando tanto a la salud física como mental de los niños. Tras consultar con otros especialistas, creamos esta harina nutricional para satisfacer esa necesidad».
Colaboración internacional
Una característica definitoria de esta misión fue la diversidad de los estudiantes participantes, especialmente de la UIAP y de la Escuela Internacional de California, una institución cristiana formada por estudiantes chinos cuyos padres los enviaron a Tailandia en busca de una educación libre desde el punto de vista religioso. Estos estudiantes participaron activamente en el servicio, la evangelización y el aprendizaje práctico, compartiendo una profunda experiencia intercultural y espiritual.
Ingridy Gomes, quien ayudó a coordinar la misión, compartió los desafíos detrás de escena: «Nunca había organizado algo tan grande en un contexto tan diferente. Coordinar las comidas, el alojamiento, la logística... con personas de diferentes culturas y religiones fue difícil», dijo. «Parte del grupo ni siquiera era cristiano, y necesitábamos mostrarles a Jesús también».

Aunque esa realidad era inicialmente una preocupación, los comentarios de los participantes fueron abrumadoramente positivos. Muchos expresaron su profunda gratitud por la oportunidad de servir, construir relaciones interculturales y encontrar un propósito a través de la experiencia. Entre los estudiantes de UIAP, el impacto fue tan profundo que varios se comprometieron a convertirse en misioneros a tiempo completo.
Uno de ellos es Liam Mung, estudiante de Comunicación en Inglés de Myanmar, quien compartió: «Honestamente, nunca pensé en convertirme en misionero, pero recibir el llamado lo cambió todo. Estoy agradecido por esta experiencia».
Otra participante, Tiyisela Rikhotso, estudiante de maestría en Teología, reflexionó: «La gente aquí vive una vida sencilla y, sin embargo, es agradecida. Estar aquí me enseñó la importancia de dar gracias a Dios por todo lo que tenemos».
Esta visión renovada también llegó a los líderes de Mission House. Fagner Nascimento, misionero y líder del equipo, dijo: «Fuimos creados para servir, amar y llevar esperanza a través de Jesús. Aquí siento al Espíritu Santo, incluso con todas las guerras».

Uno de los testimonios más impactantes fue el de Ellen Parmegiani, una nueva estudiante de educación en la UIAP: «Le pedí a Dios que me abriera la puerta por la que quería que entrara. Quiero servir aquí en Asia y, para ello, necesito comprender la cultura, el idioma y su forma de vida. El deseo de mi corazón es marcar la diferencia».
Acerca de Mission House
Mission House es un ministerio sin fines de lucro que apoya a la Iglesia Adventista. Todos los llamados misioneros se realizan por medio de Vivid Faith.
Con sede en la UIAP, el proyecto desarrolla iniciativas de evangelismo digital, capacitación misionera y acción humanitaria en países con alta concentración de grupos de personas no alcanzadas. Sus misiones de alcance han movilizado a estudiantes locales y socios internacionales, promoviendo el servicio cristiano en regiones estratégicas de la División Sudasiática del Pacífico (DSAP).
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