Para media mañana el sol ya brillaba con fuerzas cuando un equipo de voluntarios llegó a la iglesia adventista de Mantilla en La Habana, Cuba, el 31 de julio. El grupo descendió rápidamente de tres furgonetas e ingresó al templo, donde los líderes de la iglesia local y otras personas ya los estaban esperando.
El grupo de diversas edades de voluntarios pertenecía a la Secretaría de la Asociación General de la sede de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Silver Spring, Maryland, Estados Unidos. Dirigidos por Erton Köhler, secretario de la Asociación General, habían llegado a Cuba para una iniciativa misionera y de evangelismo en varias iglesias de La Habana, en sociedad con Maranatha Volunteers International, un ministerio independiente de apoyo de la Iglesia Adventista.
“Reunámonos para organizar las tareas de hoy”, dijo John D. Thomas, un líder ya jubilado que dedicó su vida a servir a la iglesia como misionero en el extranjero y como secretario asociado de la Asociación General en la sede central de la iglesia. Thomas, quien nació en el campo misionero de padres misioneros, es acaso uno de los voluntarios misioneros más experimentados. Aun de jubilado, continúa apoyando iniciativas misioneras y de evangelismo donde sea necesario. “Había decidido seguir participando en dos iniciativas por año”, dijo Thomas. “Bueno, este año, creo que en realidad serán cinco los proyectos para mí”, expresó.
En el otro extremo se encuentra Reiko Davis, quien cumple funciones en la Secretaría de Archivos, Estadísticas e Investigaciones de la Asociación General. Con excepción de un breve cruce en la frontera en San Diego cuando era niña, jamás había estado fuera de los Estados Unidos. En efecto, tuvo que apurar la solicitud para recibir su pasaporte a tiempo y ser parte del viaje.
“Este viaje misionero ha sido el primero para mí, pero seguro que no va a ser el último”, dijo Davis. “Me ha marcado tanto, que sé que estos días en Cuba me están cambiando de maneras que no había anticipado. Saldré de aquí con experiencias transformadoras y un deseo más fuerte de servir a los demás”.
La iglesia de Mantilla es una de las congregaciones adventistas más grandes de La Habana. Construida por Maranatha en 1996-1997, la iglesia necesitaba desesperadamente algo de pintura y reparaciones menores. La mayoría de los ventiladores dentro de la iglesia no funcionaban, por lo que Maranatha también les proyecto de ventiladores nuevos para ayudar a que los miembros hagan frente a las condiciones sofocantes del verano.
El equipo de la Secretaría de la Asociación General, que recibieron orientación del equipo local de Maranatha y los líderes de la iglesia en el lugar, raspó las paredes y aplicó una capa de pintura a no solo el templo y la zona del bautisterio sino también a varios salones adyacentes donde suelen reunirse los niños y los jóvenes. Otro grupo hizo frente al calor extremo del día en un cielo sin nubes para pintar la entrada principal de la iglesia. “Estamos haciendo lo mejor para que este edificio quede tan hermoso como sea posible”, dijo un voluntario. “Queremos que los miembros y las visitas recuerden que Dios se merece lo mejor. Y un templo bien cuidado siempre es un testigo silencioso en su vecindario”.
El proyecto en Cuba destacó la importancia de asociarse para crear una sinergia en el campo misionero. Maranatha ha estado presente en Cuba desde 1996 y es experto en gestionar la logística necesaria para ese territorio de tan grandes desafíos. La Secretaría de la Asociación General, por otra parte, brindó la fuerza laboral e invirtió algunos fondos para apoyar la misión adventista en Cuba.
“Servir a otros siempre es una alegría”, expresó un voluntario. “Prestar servicios en Cuba, una experiencia transformadora”.
El artículo original se publicó en el sitio web de la Adventist Review.