En el corazón de Luyeshe, en Chegulo (Kenia), Babra, una niña de ocho años conocida por su brillante sonrisa y su espíritu bondadoso, se sintió atraída por su nueva amiga Sarah, que se había mudado recientemente al barrio. A pesar de sus diferencias de fe (Babra era adventista del séptimo día, Sarah no) se hicieron buenas amigas. Un sábado por la mañana, Babra sintió la imperiosa necesidad de invitar a Sarah a participar en el culto del sábado.
Con el apoyo de sus padres, Babra se armó de valor para visitar la casa de Sarah y extenderle la invitación. Para su alegría, Sarah aceptó y, juntas, caminaron de la mano hasta la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Shieywe. Lo que siguió fue una mañana de himnos, historias bíblicas y cálida comunión que dejó en Sarah una nueva sensación de paz y alegría.
La experiencia de Sarah no terminó ahí. Intrigada por lo que había encontrado, trató de aprender más acerca de la fe adventista. La familia de Babra acogió calurosamente a Sarah en su casa, donde compartieron sus creencias y prácticas.
Conmovida por su viaje, Sarah se acercó a los miembros del ministerio de la mujer de la iglesia con una petición: ¿podrían visitar a sus padres y hablarles más del adventismo del séptimo día? Deseosas de difundir su fe, las mujeres aceptaron encantadas. Los padres de Sarah, abiertos y curiosos, recibieron a las visitantes en su casa.
En el transcurso de un estudio de tres días acerca del mensaje adventista, los padres de Sarah, Jacob Wanyama Sasaka y su esposa, se encontraron cada vez más convencidos de la verdad que estaban escuchando. Su decisión fue profunda, sobre todo teniendo en cuenta que Jacob era obispo de otra confesión cristiana.
La conversión de Jacob provocó un efecto dominó en su congregación. Conmovidos por su testimonio y sus nuevas creencias, 27 miembros de su congregación decidieron seguirle en la fe adventista. Juntos se bautizaron, simbolizando un nuevo capítulo transformador en su camino espiritual.
El impacto no se detuvo ahí. Jacob Wanyama Sasaka, profundamente conmovido por su nueva fe, donó el edificio de su iglesia, sus sillas y su terreno para fundar la Iglesia Adventista de Luyeshe, dependiente de la Asociación Occidental de Kenia. Este acto de generosidad supuso un compromiso tangible con sus nuevas creencias y un testimonio del poder de la fe en acción.
La comunidad en general se maravilló de la transformación que se estaba produciendo ante sus ojos. Se lo atribuyeron a dos jóvenes, Babra y Sarah, cuya amistad y simples invitaciones habían desencadenado una cadena de acontecimientos que transformaron muchas vidas. Su historia sirvió de inspiración y puso de relieve la fuerza de la evangelización infantil y las vías inesperadas a través de las cuales puede manifestarse el amor de Dios.
Mientras la comunidad se unía en torno a su nueva iglesia, celebrando cada bautismo y conversión, Babra y Sarah seguían desempeñando papeles fundamentales. Fueron aclamadas como jóvenes evangelistas, demostrando que la edad no es un obstáculo para ser instrumentos del amor y la verdad de Dios.
De cara al futuro, Sarah y Babra prevén un lugar de culto permanente para su creciente congregación. Hacen un llamado a sus simpatizantes para que apoyen sus esfuerzos por construir una iglesia adventista dedicada, que garantice un espacio donde tanto los nuevos conversos como los creyentes de toda la vida puedan reunirse en la fe. Su historia, desde una simple invitación hasta una transformación de toda la comunidad, sirve de testimonio del poder de la fe y de las formas inesperadas en que Dios puede obrar por medio de la vida de los fieles.
El artículo original fue proporcionado por el sitio web de la Adventist Review.